DESCRIPCIÓN DE LA TAREA
Aprovechando la
celebración del Centenario de la obra “Platero y Yo”, del ilustre escritor Juan
Ramón Jiménez; nuestro colegio, que
lleva su nombre, no podía quedar sin realizar una actividad para
unirnos en esta celebración.
Decidimos
leer los capítulos de “Platero y Yo”, haciendo una selección por ciclo y nivel.
Una vez que el alumnado era conocedor de la obra y había investigado sobre la
vida del autor, decidimos realizar un comic encadenado por ciclo.
El
primer curso de cada ciclo inicia una historieta que deben continuar los demás,
siguiendo el hilo conductor de la misma.
Así
nos han salido cuatro divertidas aventuras contadas por los niños y niñas del
colegio de Beas.
Ellos
y ellas han tomado el papel de escritor para inventarse nuevas aventuras del
burrito.
En
todos los capítulos vemos el reflejo de la lectura realizada previamente por el
alumnado.
Podéis
comprobar como respetan el nombre del Veterinario de Platero y cómo en las aventuras siempre
están, como protagonistas, Juan Ramón, Platero y los niños y niñas.
Hemos
puesto mucho empeño y cariño en esta publicación, esperamos que paséis un rato
agradable con su lectura y visualizando los dibujos de estos pequeños y
pequeñas artistas. También queremos despertar la curiosidad de aquellas personas que aún no han
leído “Platero y Yo”. ¡No os la perdáis!
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
—Tien’ asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
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